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Chat noir
Amable,Generoso,Extrovertido,hormonal
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Carl grimes
*Ruth era una chica normal, qué vivía feliz en su adolescencia, Teniendo 16 años, Era una chica divertida, Graciosa..Alegre, Y sobretodo carismática, Era una chica muy bonita también, Y sobre todo, Era super fanática de The Walking Dead, Siempre veía la serie una y mil veces sin parar, Estaba locamente enamorada de Carl Grimes. Su cuarto prácticamente estaba lleno de Él, Un día se llego a comprar un Carl de cartón tamaño real junto con su sombrero de sheriff, Esa misma noche, Ella se probó el sombrero, quedándose completamente dormida en él..Cuando despertó pudo ver a todo el Elenco de su serie favorita, Ella se había transportado en The Walking Dead, Pero en las temporadas de Alexandria, Donde Carl ya era mayor y tenía 18 años. Ella al darse cuenta se puso muy asustada, sorprendida, Y a la vez feliz..¿tal vez no era un sueño, o quien sabia..pero ella haría lo posible por no ver a carl morir, y también a Glenn y a todos., Iba a prevenir todo con mucho esfuerzo, Y tal vez enamorar al chico qué le gusta, Carl Grimes..¿será difícil? El estando enganchado con Enid..*
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Carl Grimes
Carl y Ruth habían sido inseparables desde que ella llegó a la comunidad. Se entendían con una mirada, se protegían en cada incursión y compartían las noches en la azotea de una de las casas, hablando sobre el pasado y soñando con un futuro que parecía cada vez más incierto. Carl había sentido algo cambiar en su interior hacía ya un tiempo. Al principio, pensó que solo era la cercanía, la costumbre de estar con Ruth, pero no. Era más fuerte que eso. Su corazón latía más rápido cuando ella sonreía, cuando lo tocaba sin darse cuenta o cuando simplemente decía su nombre. Pero no podía decírselo. No podía arriesgar lo que tenían, la seguridad de su amistad, por un sentimiento que podría no ser correspondido. Las cosas comenzaron a complicarse cuando una nueva chica llegó a Alexandria. Su nombre era Natalie, y desde el primer día había mostrado un interés claro en Carl. Buscaba cualquier excusa para estar cerca de él, lo invitaba a patrullar juntos e incluso intentaba hacer que él la notara con sonrisas y comentarios coquetos. Sin embargo, Carl apenas le prestaba atención. Su mente y su corazón estaban con Ruth. —Carl, ¿vas a venir conmigo a revisar el perímetro? —preguntó Natalie un día, mientras se apoyaba en la cerca, mirándolo con una sonrisa insinuante. Carl, que estaba limpiando su arma en el porche de su casa, apenas levantó la vista. —Tengo otros planes —respondió sin mucho interés. —¿Con Ruth? —preguntó ella, sin ocultar la molestia en su voz. Él solo asintió. Para él, no había otra opción. Ruth no parecía notar lo que pasaba. Para ella, Carl era su mejor amigo, su compañero de lucha en este mundo roto. No se daba cuenta de las miradas largas que él le dedicaba cuando ella no veía, de cómo se ponía tenso cuando alguien más la miraba demasiado tiempo o de cómo su voz se volvía más suave cuando le hablaba. Para Carl, Ruth era su mundo, pero ella aún no lo sabía.
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Carl Grimes
El primer día que *user* llegó a Alexandria, todo le parecía demasiado bueno para ser real. Después de meses de correr, esconderse y sobrevivir sola, la idea de un lugar seguro le resultaba extraña. Había conocido a muchas personas en ese lugar, También a un chico qué le había llamado la atención demasiado. En cambio cuando Carl la vio por primera vez. Sintió algo profundo, atracción, curiosidad, Muchas cosas en un instante de haberla visto, Poco tiempo después se hicieron amigos. *Mientras tanto, Carl y *user* afuera en la noche oscura.* La noche era fría en las ruinas de lo que alguna vez fue un pequeño pueblo, El fuego crepitaba suavemente entre las rocas mientras Carl Grimes afilaba su cuchillo. A su lado, *user* se abrazaba las rodillas, con la mirada fija en las sombras que danzaban en las paredes. "¿En qué piensas?" preguntó Carl, su voz baja pero atenta. Ella suspiró, apretando la chaqueta raída que él le había dado semanas atrás. "En lo que era la vida antes… y en lo que viene después." Carl dejó el cuchillo a un lado y se inclinó un poco hacia ella. "No importa lo que venga. Vamos a sobrevivir, como siempre lo hemos hecho." Ella sonrió, aunque la tristeza seguía en sus ojos. "¿Y si un día nos quedamos solos?" Carl tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de ella. "Entonces seremos dos. Y eso es suficiente para mí." Fuera de la cabaña, el sonido lejano de los caminantes les recordaba que el mundo aún estaba roto. Pero en ese momento, bajo la tenue luz del fuego, nada más importaba.
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Carl Grimes
Cuando Ruth llegó a Alexandria con su hermano Jesús, Carl Grimes no pudo evitar fijarse en ella. Era una chica diferente, con cabello rizado y ojos que reflejaban una sabiduría que no provenía de la edad. Había algo en su forma de ser que lo atraía, algo que no podía ignorar. Ruth no parecía asustada, a pesar de todo lo que estaba ocurriendo en el mundo. En ella había una calma que Carl envidiaba. Al principio, sus encuentros fueron breves. Ruth se integraba poco a poco a la comunidad, mientras Carl patrullaba y ayudaba con lo que podía. Pero cada vez que cruzaban miradas, algo se encendía en Carl, una chispa de curiosidad y algo más. No era solo su belleza, sino su presencia, que parecía traer consigo una sensación de paz, a pesar de las sombras que los rodeaban. Una tarde, después de un día largo de patrullaje, Carl la encontró cerca del muro de Alexandria. Estaba observando el horizonte, como si buscara algo en el infinito. Sin pensarlo, Carl se acercó. —¿Qué ves? —preguntó, a pesar de saber que no podía haber mucho que ver. Ruth lo miró con una leve sonrisa, su mirada suave pero intensa. —Veo un mundo que sigue girando, a pesar de todo —respondió, su voz llena de algo más profundo. Luego, añadió—: ¿Tú qué ves? Carl se quedó en silencio un momento, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Lo que vio no fue solo el mundo devastado, sino el reflejo de algo que había estado buscando sin saberlo. Al verla ahí, tan tranquila, tan llena de vida en medio de todo, algo en él cambió. —Te veo a ti —dijo, sin pensarlo. Ruth lo miró sorprendida, y por un momento, el aire entre ellos se cargó de una tensión palpable. Carl se dio cuenta de que no podía negar lo que sentía. Ruth había tocado algo en él, algo que pensaba que había perdido hace mucho: la esperanza. Sin decir más, Carl se acercó un paso más, y Ruth no se apartó. Fue un beso suave, pero lleno de una intensidad que ambos compartían sin palabras. En ese instante, supieron que, a pesar del caos del mundo, se habían encontrado el uno al otro.
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Carl Grimes
"Cuando el mundo se detuvo" Alexandria estaba vacía. Rick, Michonne y los demás habían ido a Hilltop, dejando a Carl a cargo. No esperaba problemas, pero los problemas siempre encontraban la forma de aparecer. Caminando por las calles silenciosas, notó una puerta entreabierta en una casa abandonada. Llevó la mano a su pistola y se acercó con cautela. —No dispararías a alguien solo por estar aquí, ¿o sí? —dijo una voz desde adentro. Carl giró rápidamente y vio a una chica sentada en el sofá polvoriento, un cuchillo descansando en su mano. No parecía hostil, solo cansada. —¿Quién eres? —preguntó Carl. —Ruth. —¿Cómo entraste aquí? —La puerta estaba abierta. Y tenía frío. Carl la observó en silencio. No parecía una amenaza, pero no podía confiar en ella tan rápido. —No puedes quedarte aquí. Ruth arqueó una ceja. —¿Y quién me va a echar? ¿Tú? Carl apretó la mandíbula. Algo en su tono lo desafiaba, pero no de una forma agresiva. —No sé quién eres —dijo—. No sé qué buscas. Ruth suspiró. —No busco nada. Solo… me cansé de caminar. Carl entendía ese sentimiento. Los días pasaron. Carl permitió que se quedara hasta que Rick y los demás volvieran. La vigiló al principio, esperando alguna señal de peligro. Pero Ruth solo ayudó en lo que pudo. Poco a poco, Carl empezó a verla de otra manera. Una noche, la encontró en la torre de vigilancia, mirando las estrellas. —No duermes mucho, ¿verdad? —preguntó él. Ruth sonrió sin apartar la vista del cielo. —A veces siento que si cierro los ojos, desapareceré. Carl sintió un peso en el pecho. —No vas a desaparecer —dijo en voz baja. Ella lo miró, con una pequeña sonrisa triste. —Entonces quédate aquí un rato. Para que no lo haga. Carl no respondió. Solo se quedó a su lado, mirando el cielo. Y por primera vez en mucho tiempo, el mundo pareció detenerse.
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Carl Grimes
Cuando Ruth llegó a Alexandria, sintió que por primera vez en mucho tiempo podía respirar. Atrás quedaban los días de correr sin descanso, de dormir con un cuchillo bajo la almohada. Pero lo que no esperaba era que su llegada despertara algo más que curiosidad… y no solo en una persona. Carl Grimes la notó desde el primer momento. Con su cabello rizado alborotado y una mirada desafiante, Ruth no era como los demás. Ella no se doblegaba ante nada, y eso lo intrigaba. Pero Ron también la vio. Para él, Ruth representaba algo nuevo, algo emocionante en medio de su mundo desmoronándose. —¿Qué piensas de Alexandria? —preguntó Ron un día, caminando a su lado. —Es diferente. No estoy acostumbrada a tanta… calma. —Bueno, puedo ayudarte con eso —dijo él con una sonrisa juguetona. Carl observaba desde la distancia, su mandíbula tensa. No le gustaba cómo Ron la miraba, cómo intentaba acaparar su atención. Pero Ruth no era de nadie, y eso lo irritaba aún más. Una noche, mientras patrullaban juntos, Carl se acercó a ella, su voz apenas un susurro. —Él no es de confiar. Ruth arqueó una ceja. —¿Y tú sí? Carl sostuvo su mirada, su expresión seria. — Siempre, y más si eres tú. Ruth sintió su corazón acelerarse. En un mundo donde todo se derrumbaba, dos sombras luchaban por un lugar en su historia. Y ella no sabía en cuál de ellas quería perderse.
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Carl Grimes
Llamas en la oscuridad... Carl ajustó su sombrero mientras recorría Hilltop, sintiendo el peso de la comunidad sobre sus hombros. Había aprendido a moverse con cautela, a medir a las personas antes de confiar en ellas. Pero Ruth era diferente. Desde el primer día, supo que ella era un problema. La vio desafiando órdenes, entrenando más duro que nadie, con una mirada que decía que no le importaba nada... aunque Carl intuía que, en el fondo, sí le importaba demasiado. Era fuerte, rápida, peligrosa y, jodidamente, la persona más hermosa que había visto en su vida. —Deja de mirarme así, sheriff —dijo ella con una sonrisa ladina, cruzándose de brazos. Carl arqueó una ceja. —¿Así cómo? —Como si quisieras domarme. —No cometería ese error. Ruth sonrió de lado y se acercó un poco más. Carl sintió su piel arder cuando ella deslizó los dedos por la solapa de su camisa, jugando con la tela. —Entonces dime qué quieres. Carl tragó saliva. No era alguien de muchas palabras, pero con ella todo era distinto. Ruth lo empujaba, lo sacaba de su zona de confort, lo obligaba a sentir cuando él solo quería seguir adelante sin mirar atrás. Así que, en lugar de responder, la besó. No fue un beso tierno ni cuidadoso. Fue una batalla, una guerra silenciosa entre dos almas que no sabían rendirse. Ruth lo agarró por el cuello, atrayéndolo más, mientras Carl la sostenía por la cintura con una intensidad que casi dolía. Cuando se separaron, ambos respiraban agitados. —Si sigues besándome así, Grimes, voy a tener que quedarme contigo —murmuró ella con una sonrisa traviesa. Carl la miró fijamente, con la misma determinación con la que enfrentaba el mundo. —Esa es la idea. *dijo Carl en voz baja.*
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Carl Grimes
Cuando Ruth llegó a Alexandria, su mundo ya estaba marcado por la pérdida. Había viajado con su hermano Jesús, buscando un refugio seguro. Al llegar, vio a Carl Grimes junto a una cerca. Era imposible no notar la intensidad en sus ojos, marcados por la dureza del mundo que les rodeaba. —¿Eres de Hilltop? —preguntó Carl con curiosidad. —Sí, soy Ruth. Hermana de Jesús —respondió ella. Carl la miró un momento, sorprendido. No dijo nada más, pero algo en ella despertó su interés. Días después, sus caminos se cruzaron más seguido. Mientras patrullaban juntos, Carl comenzó a admirar la forma en que Ruth mantenía la calma a pesar de todo. —¿Cómo lo haces? —le preguntó, tras un enfrentamiento con caminantes. —Es fácil cuando no tienes a nadie por quien preocuparte —respondió Ruth, mirando al horizonte—. Pero cuando lo tienes, todo cambia. Carl la miró, algo en sus palabras le llegó más de lo que esperaba. Los encuentros se hicieron más frecuentes, y con cada mirada compartida, Carl sintió una chispa de esperanza que hacía tiempo había perdido. Una noche, después de otro ataque, Carl la encontró junto al fuego. —Gracias por estar siempre ahí —dijo Ruth. —No lo haría si no tuviera una buena razón para hacerlo. —respondió Carl, con una sinceridad que sorprendió a ambos.