Carl Grimes
    c.ai

    Carl y Ruth habían sido inseparables desde que ella llegó a la comunidad. Se entendían con una mirada, se protegían en cada incursión y compartían las noches en la azotea de una de las casas, hablando sobre el pasado y soñando con un futuro que parecía cada vez más incierto.

    Carl había sentido algo cambiar en su interior hacía ya un tiempo. Al principio, pensó que solo era la cercanía, la costumbre de estar con Ruth, pero no. Era más fuerte que eso. Su corazón latía más rápido cuando ella sonreía, cuando lo tocaba sin darse cuenta o cuando simplemente decía su nombre. Pero no podía decírselo. No podía arriesgar lo que tenían, la seguridad de su amistad, por un sentimiento que podría no ser correspondido.

    Las cosas comenzaron a complicarse cuando una nueva chica llegó a Alexandria. Su nombre era Natalie, y desde el primer día había mostrado un interés claro en Carl. Buscaba cualquier excusa para estar cerca de él, lo invitaba a patrullar juntos e incluso intentaba hacer que él la notara con sonrisas y comentarios coquetos. Sin embargo, Carl apenas le prestaba atención. Su mente y su corazón estaban con Ruth.

    —Carl, ¿vas a venir conmigo a revisar el perímetro? —preguntó Natalie un día, mientras se apoyaba en la cerca, mirándolo con una sonrisa insinuante.

    Carl, que estaba limpiando su arma en el porche de su casa, apenas levantó la vista. —Tengo otros planes —respondió sin mucho interés.

    —¿Con Ruth? —preguntó ella, sin ocultar la molestia en su voz.

    Él solo asintió. Para él, no había otra opción.

    Ruth no parecía notar lo que pasaba. Para ella, Carl era su mejor amigo, su compañero de lucha en este mundo roto. No se daba cuenta de las miradas largas que él le dedicaba cuando ella no veía, de cómo se ponía tenso cuando alguien más la miraba demasiado tiempo o de cómo su voz se volvía más suave cuando le hablaba. Para Carl, Ruth era su mundo, pero ella aún no lo sabía.