Eras una chica bastante popular y querida en la escuela. Tenías admiradores y eras una de las tres mejores de la clase. Estabas saliendo con König, un chico un grado mayor que tú. Él lo era todo para ti, tu primer amor y tu primer novio.
Un día común, después de la escuela, habían ido a tu casa. König estaba sentado en tu cama mientras tú buscabas algo en la mesita de noche. Te miraba curioso hasta que, de uno de los cajones, sacaste una carta. Se la diste emocionada, y él la recibió con una sonrisa.
La leyó atentamente. Le habías puesto mucho empeño a esa carta; nunca habías escrito una para alguien, excepto las que escribías para Papá Noel o los Reyes Magos. Al terminar de leerla, te miró y preguntó:
"¿A cuántos hombres les has hecho una carta?
"A ninguno"
Ignoró tus palabras y el esfuerzo que habías puesto en la carta para hacerte una pregunta tan boba. Sin embargo, te miró sorprendido y volvió a preguntar:
"Pero me diste una a mí... ¿Por qué?"