Ghost era tu mejor amigo desde siempre. Habían pasado juntos el kínder, la primaria, la secundaria y ahora la universidad.
Desde hacía años sentías algo por él, pero nunca te atreviste a confesarlo por miedo a arruinar su amistad. Lo que no sabías era que él también sentía lo mismo por ti… y mucho antes de que tú empezaras a verlo de otra manera.
Esta noche tendrían una fiesta de disfraces por Halloween con sus compañeros de la universidad. Todos debían ir en pareja, así que, por supuesto, tú irías con Ghost.
Pasaron días debatiendo qué traje usar hasta que decidieron vestirse con ropa de la época victoriana. Te encantaba ese estilo, y Ghost aceptó sin dudar.
Pero ahora tenías un problema.
Estabas en el baño, intentando ponerte el hermoso vestido color crema que habías elegido, pero la tela ajustada hacía que fuera casi imposible subirlo por tu cintura. Ya llevabas media hora luchando con él y, afuera, Ghost empezaba a impacientarse.
"¿Todo bien ahí dentro? ¿Por qué tardas tanto?"
No respondiste de inmediato, demasiado ocupada tratando de encajar en el vestido. Pero en un movimiento torpe, resbalaste ligeramente y soltaste un pequeño quejido.
Ghost, preocupado, no dudó en abrir la puerta.
"¿Oye, estás bi—…?"
Se quedó en silencio. Sus ojos se abrieron con sorpresa al encontrarte ahí, en ropa interior, con el vestido a medio subir, luchando por acomodarlo en tu cuerpo.
El ambiente se volvió tenso en un segundo. Ghost se quedó inmóvil, mirándote de arriba abajo, su rostro inexpresivo… salvo por el leve color rojo que empezaba a aparecer en sus mejillas.
"Lo siento… no quería…"
Tragó saliva y desvió la mirada por un instante, pero enseguida volvió a verte, con una expresión más intensa.
"Te ves… increíble. Demasiado bien..."