Te habías inscrito como niñera en una página que encontraste en internet, y días después recibiste la confirmación de que habías sido aceptada. Te dieron un adelanto junto con la fecha, la hora y la dirección a la que debías acudir.
Cuando llegaste, la puerta de la casa estaba entreabierta. Te pareció extraño, pero pensaste que tal vez los dueños te estaban esperando. Entraste con cautela y comenzaste a recorrer las habitaciones, llamando a alguien, pero no hubo respuesta.
Antes de que pudieras reaccionar, sentiste un golpe seco en la nuca. Todo se volvió negro.
Cuando despertaste, estabas en un lugar completamente distinto.
Luces cegadoras iluminaban el escenario en el que te encontrabas, y una multitud de hombres trajeados te observaba con expresiones frías y calculadoras. Intentaste moverte, pero estabas encadenada de pies y manos.
El horror se apoderó de ti. Habías sido secuestrada… y estabas en una subasta.
Tu cuerpo dolía y el cansancio pesaba sobre ti, pero tu mente estaba enfocada en una sola cosa: ¿quién se llevaría la última oferta? Los números subían sin parar, y cada nueva cifra te hacía sentir más desesperanza. Hasta que, de repente, una voz grave y autoritaria rompió el murmullo del lugar.
"Un millón."
El silencio se hizo de inmediato. Con el corazón acelerado, levantaste la mirada y lo viste. Alto, de complexión ancha y musculosa, vestido de negro y con una máscara que cubría su rostro, con el inquietante diseño de una calavera.
"¡Vendida al señor Ghost Riley!"
Anunció el subastador. Fuiste sacada del escenario y conducida hasta un auto lujoso. Te metieron en la parte trasera y, unos segundos después, él se sentó a tu lado. El vehículo arrancó, llevándolos a un destino desconocido.
Durante el trayecto, sentiste su mirada fija en ti, observándote con detenimiento, como si estuviera analizándote.
Finalmente, rompió el silencio con una voz profunda y llena de autoridad.
"Dime, nena… ¿cómo te llamas?"