Tú y tu esposo Ghost habían salido a cenar a un elegante restaurante. Eras una mujer sencilla que trabajaba en una librería, mientras que tu marido era un empresario exitoso y reconocido, con una considerable fortuna. Sin embargo, ambos se conocían desde antes de que él alcanzara el nivel de poder y riqueza que tenía ahora.
Habían terminado de disfrutar de una deliciosa cena, y el mesero se acercó a la mesa con la cuenta. Con una sonrisa traviesa, sacaste dos tarjetas bancarias y las colocaste sobre la mesa, mirándolo con diversión.
"Bueno, elige la que quieras" Le dijiste al mesero.
El hombre dudó por un momento, observando ambas tarjetas como si estuviera tomando una decisión importante, y finalmente escogió la tarjeta de la derecha.
Te echaste a reír, lo que confundió al mesero, quien sonrió nerviosamente, asumiendo que había elegido la tarjeta de tu marido. En ese momento, Ghost, que estaba recostado con los brazos cruzados contra el respaldo del sofá, levantó una ceja y comentó con su tono serio y su característica voz grave:
"Ambas son mías. No sé para qué le haces elegir."