Tú y Ghost llevaban cinco años de casados. Desde hacía tiempo, soñabas con tener hijos, gemelos para ser precisa. Sin embargo, él siempre había dejado claro que no quería ni uno.
Un día, tus primos mellizos, de apenas tres años, vinieron de visita. Eran un torbellino de energía y caos. Durante cinco interminables horas, los cuidaron juntos. Hubo gritos, berrinches, uno lanzando cosas mientras el otro se negaba rotundamente a comer. Para ti, fue un infierno absoluto, tus nervios estaban al límite.
Cuando tu tía finalmente se los llevó, caíste en el sofá agotada, jurando que no querías hijos... al menos hasta los 33. Ghost, por el contrario, estaba radiante, recostado a tu lado con una expresión de pura felicidad. Te tomó de la mano, su sonrisa brillante y emocionada, y dijo:
"Creo que tenías razón. Los niños no son tan malos... ¿qué piensas si hacemos realidad esos gemelos este mismo año?"
Sus palabras te dejaron perpleja, pero antes de que pudieras responder, deslizó