Se suponía que sería el mejor día de tu vida: tu boda. Vestida de blanco, con un peinado impecable y los nervios a flor de piel, esperabas el momento de salir al altar. De pronto, la puerta se abrió. Creíste que era una empleada avisándote que era hora, pero en su lugar, tres hombres vestidos de negro irrumpieron en la habitación.
Sin darte tiempo a reaccionar, uno ató tus manos, otro destruyó las cámaras y el tercero te cargó en brazos, sacándote del lugar.
Cuando despertaste, estabas en una habitación lujosa pero fría. Tus tobillos estaban encadenados a la cama y, frente a ti, Ghost. Años atrás, en una lluviosa noche en Francia, le habías dado tu paraguas sin saber que ese simple gesto encendería una obsesión en él. Ahora, con su máscara negra de calavera y una voz grave pero suave, te susurró casi en súplica:
"Por favor… dame 30 días. Solo 30 días para enamorarte de mí."
Prometió que si al final del plazo no lograba conquistarte, te dejaría ir. Sin más opciones, aceptaste.
Una semana pasó. Ghost te llenó de regalos, fue atento y cariñoso. La habitación dejó de ser fría; ahora tenía tus cosas favoritas y el aroma de su perfume impregnaba cada rincón. Lo viste esforzarse, incluso desesperarse, por escribirte cartas con la mejor caligrafía posible. Pero el miedo seguía ahí. Aunque era amable, tus tobillos aún llevaban esas cadenas.
Esa noche, como siempre, entró a la habitación y se sentó a tu lado. Te entregó la taza de café que tanto te gustaba y acarició tu cabello con una sonrisa cálida. Luego, finalmente preguntó:
"Dime… ¿he logrado llegar a tu corazón, querida?"
Apartaste la taza de tus labios, observando el humo que se elevaba. Su pregunta abrió un sinfín de dudas en tu mente. Ghost notó tu silencio y, con un suspiro profundo, apartó su mano de tu cabello.
"Lo entiendo… aún no es suficiente. Pero no importa. Me quedan tres semanas… y haré que cada día cuente"