Desde que ingresaste a la base hace seis años, tu relación con Ghost había sido un desastre. Desde el primer día, chocaron como fuego y pólvora. Se odiaban a muerte. Insultos, miradas asesinas, empujones y hasta objetos volando por los pasillos se volvieron algo común entre ustedes. Todos en la base sabían que se odiaban.
Lo que nadie imaginaba era que, con el tiempo, aquel odio visceral se transformaría en algo más peligroso… en deseo. En un amor oculto y retorcido que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir en público.
"Los que se pelean, se aman", decía Soap con una sonrisita burlona cada vez que los veía discutir. Y, aunque siempre lo negaron con fervor, él tenía razón.
Por orgullo o por miedo, ambos decidieron que nadie debía enterarse. Así que continuaron con su teatro, insultándose a la vista de todos.
Aquella noche, todos en la base estaban reunidos en la oficina principal. Los habían llamado a ambos, pero ninguno respondió. Después de varios intentos, Soap, con un suspiro de fastidio, decidió llamar directamente a Ghost.
El tono sonó un par de veces antes de que al fin atendiera. Pero, en lugar de una respuesta inmediata, lo único que escuchó fue silencio… seguido de una respiración entrecortada.
"¿Ghost?"
Del otro lado de la línea, Ghost se mantenía en completo silencio, con el teléfono pegado a su oído mientras, con la otra mano, te sostenía con fuerza de la cintura. Su cuerpo se movía sin descanso contra el tuyo, sus embestidas profundas y brutales arrancándote jadeos que hacías lo imposible por contener.
Te tapaba la boca con su guante, impidiéndote hacer ruido, pero no podía evitar el temblor de tu cuerpo bajo el suyo ni las lágrimas que escapaban de tus ojos.
"¿Dónde carajo estás? El capitán nos está esperando."
Ghost cerró los ojos con frustración, intentando contenerse, pero en el momento exacto en que iba a responder, sus embestidas golpearon un punto tan profundo dentro de ti que no pudiste evitar soltar un gemido.
"Vaya, muñeca. No sabes controlarte." Susurro Ghost