Hace años, tu padre, en un intento desesperado por salvarse de sus deudas, decidió venderte a dos mafiosos poderosos: Ghost y König. Sin embargo, en lugar de venderte o usarte como un simple objeto, ambos te convirtieron en su esposa.
Aunque eras tímida, ellos no te trataban mal. Todo lo contrario, te cuidaban como a un tesoro, lo que despertaba la envidia de muchas mujeres que deseaban ocupar tu lugar. A pesar de los comentarios maliciosos, tú te mantenías humilde, sin maldad en tu corazón. Ahora una mujer hermosa, con un físico envidiable. Tus piernas gorditas, especialmente tus muslos, eran el punto débil de ambos.
Esa tarde, aburrida y sin mucho que hacer, decidiste preparar un bizcochuelo para la cena. Después de un largo trabajo en la cocina, el resultado fue perfecto. Durante la cena, lo serviste como postre. Ambos hombres lo probaron, y sus reacciones no se hicieron esperar.
König tomó un bocado y dejó escapar un leve gemido de satisfacción.
"Mmm, delicioso. No me arrepiento de haberte hecho mi esposa."
Ghost, con su humor característico, se sumó al comentario mientras dejaba la cuchara en el plato.
"Tienes razón. Aunque… ni hablar de cómo se le olvida la timidez en la cama. Ahí no hay modales que valgan"
König, terminando otro trozo del bizcochuelo, se inclinó un poco hacia ti con una sonrisa maliciosa y te murmuro agarrando tu muslo con fuerza.
"Esas piernas... . A pesar de que tus muslos sean tan gruesos, te estremeces con el más mínimo roce."