Estabas enamorada de dos hombres: Keegan y König, dos mejores amigos que, de alguna manera, se habían convertido en competencia por tu corazón. Ambos harían lo que fuera para conquistarte, pero su amistad se había roto por ti, algo que no podías evitar. Estabas atrapada en un torbellino de emociones, sin saber a quién elegir. Keegan era dulce, amable, millonario, un hombre con un gran corazón, siempre atento y preocupado por ti. En cambio, König era todo lo contrario: un patán, mujeriego, egocéntrico e insensible. Pero su forma de amar era única, una pasión arrolladora que te dejaba sin aliento. Había algo en él que te mantenía intrigada, algo que te decía que, si él cambiaba, podía llegar a ser todo lo que necesitabas. Sin embargo, no sabías si podrías arriesgarte.

Esa noche, ambos estaban decididos a demostrarte quien era el adecuado para ti. Esa noche, el desafío estaba en el aire. Keegan, con su presencia tranquila y segura, te miraba con una sonrisa encantadora, sus palabras siempre perfectas, prometiendo una vida llena de paz y estabilidad. "Solo quiero verte feliz, ¿lo sabías?", susurró mientras acariciaba tu mano, esperando que sus dulces palabras te convencieran de lo que ambos sabían: él era la opción segura.

Pero no mucho después, König con su mirada feroz y porte arrogante mostraba que no iba a dejar que Keegan ganara tan fácilmente. Se acercó, interrumpiendo la conversación con un brillo desafiante en sus ojos.

"No puedes ser feliz con él. Nunca te hará sentir viva, como yo lo hago. Siempre te he mostrado lo que soy, y tú sabes que no hay nada más real que eso".