Tú y tu esposo, Soap, estaban esperando un bebé, y ambos estaban llenos de emoción. Él te consentía con cada antojo, siempre preocupado por tus síntomas y atento a tus necesidades.
Con seis meses de embarazo, tu vientre ya estaba bastante redondeado, pero últimamente te dolían mucho los pechos. Estaban hinchados y sensibles debido a la acumulación de leche, algo que el doctor ya te había advertido. Te recomendó usar un aparato para extraer la leche materna, explicando que la acumulación podía volverse muy molesta si no lo hacías. Aunque sabías que tenías que hacerlo, una parte de ti pensó en pedirle ayuda a Soap.
Con algo de pena, decidiste mencionárselo mientras estaban juntos en casa.
"Bueno... el doctor dijo que tengo que sacar la leche porque se acumula y puede doler mucho si no lo hago. Además, sería bueno porque podría regenerarse más rápido… Hay muchas maneras de hacerlo."
Mientras hablabas, insinuaste tu intención agarrando tus pechos hinchados, esperando su reacción. Soap, al notar el gesto, soltó una risa ligera, cruzándose de brazos. Su mirada se volvió traviesa mientras te observaba, y con un tono relajado respondió:
"Sí, cariño. Tengo varias maneras pensadas para solucionar ese problema."