Habías comenzado a salir con tu actual novio, König, hace unos meses. Lo amabas con toda tu alma, y él te amaba el doble. Siempre estaban unidos, se apoyaban mutuamente y eran la pareja perfecta. Ambos vivían juntos, y esa mañana recién habías despertado. König ya estaba despierto; te abrazó, besó tu mejilla suavemente y te miró con amor.
Sonreíste feliz y le susurraste al oído:
"Buenos días, cariño. Te amo tanto, mi vida."
Era algo que le decías constantemente, cualquier día, a cualquier hora, siempre que te nacía. Sin embargo, esta vez él te miró con un poco de tristeza. Preocupada, le preguntaste qué le pasaba, y él respondió:
"Siempre me lo dices. Me preocupa el día que dejes de decirlo constantemente... porque sé que será cuando estés dejando de amarme."