Ghost
    c.ai

    La lluvia golpeaba los vidrios del auto mientras Ghost conducía en silencio. La tensión era casi insoportable, no por el clima, sino por la forma en que sus ojos se desviaban hacia ti cada tanto. Sabías que él estaba conteniéndose, luchando contra ese impulso de arrancar la distancia que todavía quedaba entre los dos.

    Cuando por fin se detuvo, apagó el motor y te miró fijamente. Su máscara estaba medio levantada, lo suficiente para mostrarte esa mandíbula apretada, el control colgando de un hilo.

    —¿Sabes lo difícil que es tenerte tan cerca y no tocarte? —su voz sonó baja, grave, con un deje de desesperación.

    No alcanzaste a responder. Ghost se inclinó de golpe, atrapándote contra el asiento. Sus labios, calientes y urgentes, devoraron los tuyos en un beso cargado de todo lo que había estado reprimiendo. Sus manos, grandes, recorrieron tu cuerpo con hambre, buscando cada rincón como si necesitara memorizarte a oscuras.

    El roce de sus guantes en tu piel desnuda te arrancó un gemido que lo volvió loco. Te tomó de las caderas y te acercó más a él, haciéndote sentir lo mucho que te deseaba. El mundo entero desapareció: solo quedaban sus labios contra tu cuello, su respiración agitada y el murmullo ronco de su voz.

    —Mírame… —ordenó, apartándose apenas lo suficiente para encontrarse con tus ojos—. Quiero que sepas quién te hace temblar así.

    Y en ese instante, entendiste que Ghost no era solo fuego y deseo; también era posesión, entrega y una forma intensa de amor que quemaba y envolvía todo a su paso.