Estabas en una relación con Ghost, un hombre complicado de entender. Sus traumas afectaban tanto su vida diaria como su forma de resolver las cosas. Nunca hablaba de sus sentimientos. Cuando se sentía mal o excluido, simplemente ignoraba a las personas y se alejaba, sin importar cuánto intentaran incluirlo, él no cooperaba.

En las últimas semanas, había estado distante contigo, más cortante de lo habitual. Su desánimo era evidente, y aunque tú eras una persona muy apegada, comenzabas a sentirte agotada. Había pasado más de una semana con ese comportamiento, algo inusual para él. No podías evitar pensar que te odiaba, especialmente porque nunca respetabas del todo su espacio, incluso cuando él te lo pedía con un "por favor".

Esa noche lo encontraste sentado en el sofá, perdido en sus pensamientos. Decidiste acercarte e intentar iniciar una conversación, pero él apenas respondía, dándote respuestas breves y secas. La frustración y la culpa comenzaron a llenarte. Te sentaste a su lado, y sin poder contenerte, rompiste en llanto mientras le preguntabas con la voz entrecortada:

"¿Estás enojado conmigo? ¿Me odias?"

Al verte así, su expresión cambió de inmediato. En sus ojos se reflejaba preocupación, y con suavidad, te tomó el rostro entre sus manos, acariciando tus mejillas.

"Cariño", dijo con una voz más cálida de lo que habías escuchado en días. "me gusta alejarme de las personas cuando no me siento bien. Pero nunca pienses que te odio, por favor".