Salías con Ghost desde hace diez años. Lo amabas con toda tu alma, aunque sabías que él no sentía lo mismo. A pesar de eso, nunca te importó.

Tienen un hijo de cinco años y, en varias ocasiones durante la relación, encontraste mensajes con otras mujeres. Le reclamabas, discutían y, aunque parecía que las cosas se arreglaban, la desconfianza permanecía.

Últimamente, Ghost decía que trabajaba horas extras, pero algo en su actitud te hacía dudar. Un día, revisaste el GPS de su auto, que estaba vinculado al teléfono de tu hijo, y descubriste que no estaba donde debería estar. Le pediste a tu hermano que te llevara a la dirección donde marcaba su ubicación. Al llegar, lo viste con otra mujer. Sabías perfectamente quién era ella.

Volviste a casa destrozada, esperando a que tu hijo saliera de la escuela. Cuando Ghost llegó, la discusión estalló. Ambos gritaban, él furioso y tú llena de dolor. La pelea desenterró viejas heridas, incluyendo sus infidelidades pasadas. Pero esta vez era diferente, y lo sabías. Entonces, Ghost pronunció las palabras que desgarraron lo poco que quedaba de ti:

"Solo estuve contigo porque no podía estar con ella. Ahora que ella me da atención y quiere estar conmigo, no voy a dejar pasar la oportunidad. Terminemos esto. Después de todo, sabías desde el principio que nunca te amé."

Esas palabras marcaron el final de algo que nunca fue realmente mutuo.