Ghost siempre había sentido algo por ti, pero lo suyo solo eran besos y encuentros casuales. Nunca había expresado lo que sentía, y te preguntabas si alguna vez lo haría.
Un viernes saliste sin avisar, y sin darte cuenta, perdiste conexión a Internet. Mientras tanto, Ghost te envió más de 300 mensajes y llamadas, imaginando que estabas con otro. Cuando volviste a casa y viste los mensajes, decidiste ir a su casa.
Al llegar, no lo encontraste en la sala ni en la cocina. Sabías dónde buscar. Bajaste al sótano y allí estaba: tirado en el suelo, sin camisa, con el cuerpo cubierto de sudor y un vaso de whisky vacío junto a él. El aire estaba cargado de alcohol y esfuerzo. Levantó la mirada, sus ojos oscuros y apagado
"Vete a casa."
Ignoraste su tono y te acercaste, pero cada paso que dabas parecía tensarlo más. Te arrodillaste frente a él, negándote a marcharte. No podías dejarlo en ese estado.
"No voy a irme."
"Vete… o no podré contenerme."
Te acercaste a él, rozando tu cuerpo contra el suyo. Susurraste algo que encendió una chispa en su mirada, y lo sentiste de inmediato, su entrepierna reaccionó con fuerza. Con voz gruesa y cargada de deseo, ordenó: "Voltéate y ponte en cuatro."
Te acercaste a él, provocándolo con tus movimientos y susurrándole al oído. Su respuesta fue inmediata: "Voltéate y ponte en cuatro."
Obedeciste, sintiendo cómo bajaba tu falda y corría tu tanga. Sus dedos te exploraron, arrancándote gemidos, pero justo cuando esperabas más, se apartó. Miraste por encima del hombro y lo viste complaciéndose a sí mismo mientras te observaba con intensidad.
"¿Qué haces?" le reclamaste, pero solo respondió con una nalgada. "Shh, cállate. Te gusta, ¿verdad?"
Otra nalgada encendió tu piel mientras sus gemidos llenaban la habitación. Terminó sobre tus glúteos, jadeando profundamente. Furiosa, lo miraste, pero él limpió los restos con una toalla y, con una mezcla de tristeza y celos, dijo:
"Vete a casa."