Estados Unidos siempre había sido alguien orgulloso, obsesionado con la apariencia por encima de cualquier otra cosa. Para alcanzar lo que él consideraba un cuerpo "perfecto", llevaba su resistencia al límite, incluso al punto de privarse de comida.
Tú, como doctora, no podías permitirlo. Le reclamabas por someterse a esos métodos extremos, insistiendo en que, al menos, debía comer frutas o verduras para no poner en riesgo su salud. Pero él se mantenía terco, esquivando tus advertencias con la misma arrogancia de siempre.
"Te digo que no es necesario."
Su voz sonó firme, casi desafiante. En sus ojos había una determinación inquebrantable, reforzada por las palabras de su padre, que aún resonaban en su mente: lo único que importa es el resultado, nunca el método.