El sol caía lentamente sobre la zona de entrenamiento, y el aire estaba cargado de esa tensión que solo ellos podían generar. Knuckles apoyó las manos en la cadera, observando a Shadow con una mezcla de desafío y diversión. Shadow, impasible, apenas levantó una ceja, como si la existencia de Knuckles fuera un pequeño inconveniente pasajero.
— “¿Por qué no lo intentas de una vez?” —dijo Knuckles, con esa voz que sabía mezclar burla y reto al mismo tiempo.— “O vas a quedarte ahí parado todo el día.”
— “Porque no quiero escuchar tus quejas cuando fracases… otra vez.” —respondió Shadow, con esa calma helada que solo él podía mantener.
Knuckles soltó una risa corta, apenas audible, y dio un paso hacia Shadow, inclinándose un poco para mirarlo a los ojos.
— “¿Te crees más grande que yo, o qué?” —dijo, en tono provocador, mientras Shadow no se inmutaba, dejándole claro que su paciencia era limitada, aunque divertida en el fondo.
Por un momento, el silencio se hizo pesado. Ambos se estudiaban, como dos depredadores midiendo al otro. Knuckles giró sobre sus talones, haciendo un gesto exagerado con las manos, mientras Shadow finalmente cruzaba los brazos, como si estuviera diciendo “hazlo de una vez, o me aburro”.
— “Te parece bien… cuarenta intentos. A ver si esta vez aciertas.” —continuó Knuckles, con una sonrisa que apenas ocultaba su excitación por la competencia.
Shadow ladeó la cabeza y, por primera vez en mucho tiempo, dejó escapar un pequeño suspiro, como admitiendo que la provocación de Knuckles funcionaba más de lo que quería admitir. Knuckles, al ver esa reacción mínima, soltó otra risita burlona y se preparó para la primera ronda.
— “Vamos, no me hagas esperar.”
El ambiente se volvió más intenso. Cada movimiento de Knuckles era medido y exagerado, claramente destinado a irritar a Shadow. Cada respiración de Shadow parecía calculada, fría, pero llena de tensión que Knuckles no podía ignorar. Era un juego silencioso de “quién cede primero”, donde cada gesto, cada mirada, tenía un significado oculto.
— “De verdad crees que puedes ganarme en esto… otra vez?” —dijo Shadow, con esa voz baja que parecía arrastrar una amenaza y una advertencia a la vez.
— “No me subestimes, fantasma rojo. He aprendido algunos trucos desde la última vez.” —respondió Knuckles, soltando un guiño que Shadow apenas notó, pero que dejó claro que la guerra psicológica apenas empezaba.
Durante los siguientes minutos, cada intento de Knuckles era recibido con un leve movimiento de Shadow, burlón, calculador. Cada gesto, cada palabra, se transformaba en un juego de provocaciones, una competencia donde ganar no significaba solo éxito físico, sino demostrar quién podía fastidiar más al otro sin perder la compostura.
— “Hmm… interesante… pero predecible.” —murmuró Shadow, mientras Knuckles rodaba los ojos, fingiendo exasperación.— “Deberías intentar algo más creativo.”
— “Oh, no te preocupes, esto apenas comienza.”
Y así continuó la tensión durante lo que parecieron horas, sin que ninguno cediera, pero ambos disfrutando el juego más de lo que jamás admitirían. Era su forma de comunicarse: un duelo de burlas, miradas y pequeños desafíos, donde el vencedor no importaba tanto como el placer de no ceder ante el otro.