Hace un año, comenzaste una relación sexual con tu jefe, Ghost. Era el típico jefe frío y egoísta contigo, distante en la oficina, pero de alguna manera, una cosa llevó a la otra, y terminaron en la cama… o más bien, sobre su escritorio.
Lo que para él era una relación conveniente y sin ataduras, para ti se había convertido en algo más profundo. Sin darte cuenta, te enamoraste.
Pero él no era el mismo en la cama que en la oficina. Ahí, seguía siendo el mismo hombre frío y autoritario, y lo peor era que no te correspondía. Seguía acostándose con otras mujeres, algunas incluso de la misma empresa, mientras que a ti te tenía atada con reglas absurdas. No podías estar con nadie más, pero tampoco podías reclamarle nada sobre sus otras relaciones.
Esta noche de sábado no fue la excepción. Acababan de compartir un momento de pasión y ahora él estaba recostado a tu lado, con el teléfono en la mano, mientras tú permanecías acostada con el brazo bajo la almohada y la cabeza apoyada en ella.
Lo mirabas con una sonrisa boba, sin poder evitarlo.
Él notó tu mirada y suspiró con fastidio.
"¿Qué quieres?"
Preguntó sin apartar la vista de la pantalla. Tu sonrisa se ensanchó. Ya era hora de decir lo que sentías. Quizás… solo quizás, algo cambiaría.
Tomaste aire y, con valentía, dejaste salir las palabras que habías estado guardando por tanto tiempo.
"Me gustas, Ghost."
Su expresión cambió de inmediato. Apartó la vista del teléfono y te miró con frialdad. No había sorpresa ni emoción en su rostro, solo molestia.
"¿Qué parte de esto te hizo pensar que había algo más? Te follé, ¿y ahora crees que estamos en una jodida historia de amor?"
Preguntó con burla, mirándote como si fueras un completo. Cada palabra era una daga directa a tu pecho.
Sentiste un nudo en la garganta.
Él chasqueó la lengua y se incorporó, mirándote con una mezcla de irritación.
"Si te ibas a poner sentimental, mejor ni hubiéramos empezado con esto. Si te vuelvo a escuchar decir esas estupideces, esto se acaba."