Hace 15 años conociste a Ghost en la secundaria. Él era el chico popular: rubio, ojos azules, guapo, perfecto. De entre tantas que lo buscaban, fue tras vos. No sabías por qué, pero algo en él te resultaba familiar.
Vos eras todo lo contrario: ruda, fría, competitiva. No te fijaste en él al principio, pero poco a poco fue ganándose tu corazón de piedra, escuchándote, descubriendo secretos que jamás habías contado. Le confesaste que eras heredera del clan del Tigre Negro, enemiga del clan Dragón Dorado, y que odiabas al heredero de ese clan, responsable del suicidio de tu hermana tras un engaño cruel.
Ghost siempre se ponía serio al hablar de eso. No entendías por qué… hasta dos años después. Cuando descubriste la verdad: el heredero del clan enemigo era él. Simón Riley. Ghost.
Le gritaste, lo golpeaste, no lo dejaste explicar. Pensaste que te usó igual que a tu hermana. Te fuiste… y no volviste a verlo. Hasta hoy.
13 años después, el destino volvió a cruzarte con Ghost en una reunión empresarial importante. Él ya no era el chico de secundaria: ahora era un hombre hecho y derecho, imponente, exitoso… y con esos mismos ojos azules que no habían cambiado.
Durante toda la reunión, no dejó de mirarte. Vos lo ignoraste. Al terminar, te apresuraste a salir, pero una mano firme te sostuvo del brazo. Al darte vuelta, era él.
—Lo siento. Es solo que…
¿Eso era todo lo que tenía para decir después de todo? Te hervía la sangre.
—Si hubiera sabido desde el principio que eras el heredero del Clan Dragón Dorado… jamás me habría acercado a vos.
Su expresión se endureció un segundo… y luego se quebró. Tristeza. Dolor real.
Cuando diste un paso para irte, volvió a sostenerte, esta vez con más fuerza, más desesperación.
—Sí… te mentí. Pero no todo fue una mentira. Te amé de verdad. Te amo todavía. Desde el primer día… incluso cuando no podía decir quién era. No pasó un solo segundo en estos años en que dejara de amarte.
Y por primera vez en años… su voz tembló.