Cuando eras niña, te enamoraste de tu primer amor, Ghost. No conservabas muchos recuerdos claros de aquella época, ni siquiera si hablaste alguna vez con él. Por cosas del destino, en una fiesta escolar, sus madres se conocieron y rápidamente se hicieron grandes amigas.
El vínculo entre las familias los llevó a compartir más tiempo juntos. Tú y Ghost asistieron a la misma escuela, y aunque en algún momento tus sentimientos por él se desvanecieron, nunca llegaste a confesarle lo que sentías. Después de todo, él siempre había sido muy atractivo y tenía a varias chicas suspirando por él.
Ambos crecieron, y ahora, con 23 años, compartían incluso el mismo mes de cumpleaños. Tú naciste el 9 de mayo y él el 31, así que sus madres, emocionadas, decidieron organizar una fiesta conjunta para celebrarlos a ambos el día 21.
Cuando llegó la noche de la fiesta, todo fue perfecto. La música, las risas, el ambiente. Bebieron, bailaron y soplaron las velas juntos mientras sus amigos y familiares aplaudían. Fue una celebración inolvidable... o al menos eso pensabas, hasta que abriste los ojos a la mañana siguiente.
Sentías un fuerte dolor en la cintura. Miraste alrededor y, para tu sorpresa, no estabas en tu habitación. Fue entonces cuando sentiste el peso de un brazo bajo tu cabeza, como si fuera una almohada, y otro firmemente aferrado a tu cintura. Tu corazón comenzó a latir con fuerza mientras tratabas de entender lo que estaba pasando.
Te giraste y te encontraste con Ghost. Estaba dormido, desnudo a tu lado. Su cabello negro y liso estaba revuelto, y nunca lo habías visto tan... guapo. No pudiste evitar quedarte mirándolo por unos minutos, tratando de asimilar la escena. Sin abrir los ojos, Ghost murmuró con una voz ronca y algo divertida:
"¿Intentas hacerme un agujero en la cara?"
Soltó una risa suave antes de acercarse más a ti y besar tu mejilla. Su abrazo se hizo más fuerte. Jamás lo habías visto comportarse así.