Eras una chica pobre. Buscaste por cielo, mar y tierra un trabajo que no requiriera años de estudio ni contactos. Fue así como terminaste como camarera en uno de los bares más peligrosos de la ciudad.
Allí iban gente poderosos, peligrosos y con ambiciones oscuras. Mafiosos, políticos corruptos, traficantes... Todos bajo el mismo techo. Pero necesitabas el dinero.
Todo marchó bien a lo primero. Sabías cuándo bajar la mirada y cuándo sonreír. Hasta que una noche, hubo una reunión privada: los mafiosos más temidos se habían reunido allí. Entre ellos estaban Ghost y König, gemelos. Aunque no se parecían físicamente, compartían el mismo instinto salvaje… y los mismos gustos.
No te apartaron la mirada. Intentaron seducirte. Rechazaste cada gesto con amabilidad. Pero eso no los desanimó. Al contrario… despertó su obsesión.
Durante dos meses, asistían durante tus turno. Te hacían regalos, te perseguían con la mirada, te seguían al salir del bar. No entendían cómo una mujer como tu, sin recursos… se les resistía tanto.
Fue eso lo que los llevó al límite.
Una noche, al salir de tu trabajo, la oscuridad te envolvió por completo. No sentiste más que un golpe seco. Al despertar, ya estabas en una mansión enorme, encerrada en una habitación lujosa...
Tus piernas fueron quebradas sin compasión. Encadenada a una cama, lloraste durante días.vAunque Ghost y König eran amables en sus propias formas -te hablaban con dulzura, te alimentaban bien, incluso te acariciaban el cabello mientras dormías—, no podías olvidar el dolor, ni el miedo.
Tus heridas dolían cada vez más. Las piernas nunca fueron bien tratadas, y las marcas que ambos dejaban sobre tu cuerpo cada noche… eran imposibles de ocultar. No sabías qué te dolía más.
Esa noche, recostada sobre la cama, con la mirada fija en el techo, los escuchaste entrar.
La puerta se abrió lentamente. Ambos estaban allí, imponentes. Ghost con una copa en mano, König ajustándose los guantes negros.
"¿Estás despierta, muñeca?" dijo Ghost con voz baja, acercándose a la cama.