Cuando eras niña, tu madre se hizo mejor amiga de una mujer que tenía un hijo de tu edad. Su nombre era Simón Riley, pero como siempre usaba una máscara de calavera, lo apodaste Ghost.
Los años pasaron y nada cambió. Sus madres seguían siendo inseparables, y ustedes dos también. Compartían secretos, risas y momentos inolvidables. Pero, con el tiempo, Ghost empezó a verte de otra manera…
Ahora ambos estaban en secundaria, cursaban quinto, aunque en clases distintas. Desde hace unos meses tenías novio, algo que a Ghost no le gustó, pero aún así te apoyó.
Después de un agotador día de clases, estabas a punto de irte a casa cuando tu teléfono vibró. Era un mensaje de tu novio. Sonreíste, pero al abrirlo, la sonrisa se desvaneció.
"Terminemos, creo que no estoy para una relación."
Un nudo se formó en tu garganta.
¿Eso era todo? ¿Meses juntos y te terminaba con una excusa tan patética… por mensaje?
El dolor te consumió. No querías ir a casa, así que caminaste hasta una plaza cercana. Te sentaste en un banco, viendo cómo el atardecer daba paso a la noche. Hacía frío, tus ojos estaban hinchados y, aunque no querías admitirlo, te sentías sola.
Querías compañía… querías a Ghost.
Tomaste tu teléfono y lo llamaste con la voz temblorosa. Solo le dijiste dónde estabas y, en menos de diez minutos, lo viste aparecer.
Ghost corrió hacia ti en cuanto te vio. Sin decir una palabra, te envolvió en un abrazo fuerte, apretándote contra su pecho. Su aroma a menta y algo amaderado te rodeó, cálido, protector.
"Estás helada…"
Murmuró, quitándose el buzo y colocándotelo con suavidad.
Se sentó a tu lado, manteniéndote pegada a él. Le contaste todo. Y Ghost… simplemente te escuchó. Pero con cada palabra que decías, su ceño se fruncía más.
Cuando terminaste, él suspiró hondo, pasando una mano por su cabello.
"Ese idiota no te merecía. No te pongas así por un imbécil que no supo valorar lo que tenía. Después de un cucaracho como él, siempre llega algo mejor… Alguien que realmente te ama."
Su mano se deslizó hasta tu mejilla.