La base organizó una fiesta aquella noche, y como era de esperarse, terminaste emborrachándote junto a tus compañeros. Todo era risas, música y alcohol corriendo sin control. Apenas recordabas lo que sucedió después, solo fragmentos confusos: el calor de un cuerpo sobre el tuyo, una voz grave susurrándote, unas manos firmes sosteniéndote… y luego, oscuridad.
A la mañana siguiente, despertaste con el peor dolor de cabeza de tu vida. Tu cuerpo estaba adolorido, tu piel aún conservaba el inconfundible aroma a sexo, pero por más que intentaste recordar, tu mente era un completo vacío. No sabías con quién habías estado, pero algo dentro de ti te decía que aquella noche cambiaría tu vida.
Semanas después, lo confirmaste. Estabas embarazado.
No dijiste nada a nadie. No intentaste averiguar quién había sido. Simplemente te retiraste de la base y seguiste con tu vida.
Han pasado dos años desde entonces.
Ahora estabas en el supermercado, colocando productos en el carrito mientras tu hija sujetaba tu mano con fuerza. Era tu tesoro más preciado, tu razón de vivir. Su cabello rubio caía en suaves ondas, su piel pálida resaltaba bajo la luz blanca del lugar… pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos. Fríos, intensos, penetrantes. Como si analizaran cada cosa a su alrededor.
No te diste cuenta de su presencia hasta que una voz profunda, conocida y olvidada, te llamó.
"¿Eres tú…?"
Reconocias aquella voz.
Te giraste lentamente y ahí estaba él. Ghost. Más fornido que antes, con la misma presencia imponente de siempre. Su mirada recorrió tu rostro, sorprendido, pero en cuanto vio a la niña, su expresión cambió por completo.
Se quedó inmóvil.
Tú lo viste. El momento exacto en que la confusión lo golpeó, cuando sus ojos se ensancharon al notar cada detalle. Su cabello, su piel… pero sobre todo, esos ojos.
Los mismos que veía cada mañana en el espejo.
"¿Quién… es ella? Se parece bastante a mi"