Llevas cinco años casada con König. A pesar de su carácter frío, era tu hombre ideal. Lo amabas, y él parecía amarte a ti. Aunque tenía enemigos por su vida de mafioso, nada te preparó para lo que descubrirías.

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Tenías días sintiéndote mal, así que te hiciste una prueba de embarazo: dos rayitas. Estabas embarazada. Emocionada, pensaste esperar a que él regresara del trabajo… pero dijo que llegaría tarde. Decidiste ir tú misma a su oficina.

Al llegar, te detuviste al oír gemidos. Dudaste… pero abriste la puerta un poco. Y ahí lo viste: König con otra mujer sobre su escritorio, justo al lado de la foto de su boda contigo.

Regresaste a casa destrozada. Con los ojos hinchados, empacaste todo lo que era tuyo. No dejaste nada… o eso creías.

Horas más tarde, König llegó. No te encontró por ningún lado. La casa estaba desordenada. Entró a la habitación y vio los cajones vacíos, los armarios abiertos, los estantes sin tus cosas. Todo lo tuyo había desaparecido. Lo único que quedaba era una pequeña nota sobre la almohada.

"La infidelidad se elige. Igual que yo elijo irme. No hay vuelta atrás, König."

Furioso, comenzó a destrozar todo a su alrededor. Golpeó las paredes, volcó mesas, rompió adornos. Luego, se encerró en el baño, intentando calmarse. Se lavó la cara, pero al ir a secarse las manos, lo vio. Encima del estante… la prueba de embarazo.

No solo te había perdido a ti. También había perdido a su bebé. Su familia. Su todo.

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Ya habían pasado meses. Tú habías comenzado una nueva vida lejos de la ciudad, en un lugar tranquilo, apartado. Tu embarazo estaba muy avanzado.

König, en cambio, había caído en un abismo.

Desde que te fuiste, se refugió en el alcohol. Su apariencia se había deteriorado: grandes ojeras, barba crecida, mirada apagada. Su imperio seguía de pie, pero él… no era más que una sombra.

Estaba en su despacho, sentado frente a la montaña de documentos que apenas leía. Tenía el ceño fruncido mientras sostenía un vaso de whisky. Su mano temblaba ligeramente. Deseando que regresaras.