La música retumbaba, la casa estaba llena de cuerpos bailando y risas mezcladas con alcohol. No pensabas quedarte mucho, pero tus amigos insistieron. Lo último que esperabas era verlo allí: Ghost, el ex de tu amiga. El cual la había engañado. Alto, con esa mirada fría y ese porte que hacía que todos se giraran cuando entraba.
Te mantuviste lejos, intentando no ver a ese hijo de puta. Lo odiabas tanto, pero no ibas a arruinar la noche por un patán. Con las horas, de tanto beber, tú y varios más estaban bastante ebrios. Ghost también. Era pura diversión… hasta que alguien propuso un juego estúpido. Divertido al principio… hasta donde recordaste.
Al despertar por la mañana, estabas en una habitación blanca. En las paredes colgaban medallas, y había ropa sucia tirada por todos lados. No sabías dónde estabas, lo que te asustó. Al incorporarte, sentiste un fuerte dolor en la muñeca y un peso que te impedía mover bien el brazo. Cuando miraste, quisiste morir.
Ahí estaba Ghost.
Dormía plácidamente a tu lado antes de que le soltaras una cachetada que lo despertó de golpe. No parecía sorprendido de verte ahí. Sus ojos marrones te recorrieron de arriba abajo con sueño y resaca. Se rascó la cabeza con la mano libre y murmuró:
"Ugh… qué ruidosa eres, idiota. ¿Siempre despiertas a la gente así?"
—¿Qué mierda hago aquí? —escupiste con rabia, alzando la muñeca esposada a la suya—. ¿Por qué demonios me encadenaste?
Ghost, con la voz ronca y arrastrada por el sueño, apenas giró la cabeza sobre la almohada. Te observaba con esa calma irritante, como si tu furia fuera solo un espectáculo.
—Parte del juego de anoche —contestó con un dejo de burla—. No recuerdo que protestaras tanto cuando aceptaste.
Tus ojos se encendieron, la furia apretándote el pecho. Lo empujaste con fuerza y él, todavía medio adormecido, perdió el equilibrio. Cayó al suelo con un golpe seco… arrastrándote con él.
El impacto arrancó un gruñido de ambos. Tú, despeinada, con el cabello desordenado cubriéndote la cara, trataste de incorporarte. Ghost, atrapado bajo tu peso, sonrió. Esa sonrisa tranquila y mordaz que te crispaba los nervios.
—Mierda… —murmuró con sorna, inclinándose apenas para rozarte el oído—. Si querías amanecer encima mío, podrías haberlo pedido sin el numerito.
—¡Idiota! —le espetaste, fulminándolo con la mirada—. Suéltame ya o te juro que te arranco la lengua.
Ghost arqueó una ceja, divertido, y su voz se volvió más baja, más peligrosa.
"Inténtalo…"