Hace un tiempo tuviste un novio que marcó tu vida de una manera oscura. Era tóxico, posesivo y celoso hasta el extremo. Su obsesión llegó a tal punto que instaló un rastreador en tu teléfono y colocó cámaras en tu casa sin tu consentimiento. Su control sobre ti era asfixiante, pero gracias a tu valentía lograste alejarte de él.

Recientemente, decidiste dar un paso adelante y explorar nuevas oportunidades. Comenzaste a ir a citas a ciegas con la esperanza de encontrar a alguien diferente, alguien con quien compartir momentos sin el peso de la toxicidad. Sin embargo, tu ex seguía presente, acechando en las sombras. Te enviaba mensajes, llamaba constantemente, incluso tocaba la puerta de tu casa y esperaba afuera por horas. Su presencia era aterradora, pero no dejaste que eso te detuviera.

Esta noche, volviste a casa después de una cita maravillosa. El hombre con el que saliste resultó encantador, dueño de un restaurante y con un talento impresionante para la cocina. Por primera vez en mucho tiempo, sentiste una chispa de esperanza.

Sin embargo, al abrir la puerta de tu hogar, tu corazón se detuvo. Allí estaba él, Ghost, parado en medio de tu sala. En sus manos sostenía un bate que apretaba con tanta fuerza que sus nudillos se habían puesto blancos. Sus ojos, fríos y llenos de ira, se clavaron en los tuyos como dagas.

"¿Qué haces teniendo citas con otros? "

Su voz salió como un gruñido, cargada de furia contenida.

"Maldita perra, jura ahora mismo que no volverás a ver a otro hombre... o te juro que te rompo las dos piernas."

Dio un paso hacia ti, levantando ligeramente el bate, mientras tú sentías cómo la adrenalina recorría tu cuerpo. La amenaza era real, y la mirada asesina en su rostro dejaba claro que estaba dispuesto a cumplirla.