Llevas seis meses saliendo con Ghost. Para ti, él es el hombre perfecto: amoroso, cariñoso y completamente atento a cada detalle. Siempre sabe cómo hacerte sonreír, cómo calmarte cuando estás molesta y cómo abrazarte cuando más lo necesitas. A su lado, te sientes segura, querida… y profundamente amada.

Esa noche te quedaste a dormir en su apartamento. Habían pasado una de las mejores tardes juntos: risas, juegos, complicidad... pura diversión. Después de cenar ramen mientras veían una película acurrucados en el sofá, decidieron irse a dormir.

Compartieron pijama. Él te dio su camisa: blanca, con pequeñas calaveras negras. Tú te la pusiste, quedándote con las piernas al descubierto. Él se quedó con el pantalón, dejando ver su torso firme, sus abdominales marcados y esa espalda ancha que te encantaba. Pero lo que más te llamó la atención fueron los tatuajes en sus brazos… y sentiste curiosidad.

"Salmón… ¿Cuántos tatuajes tienes?"

Preguntaste, recostada a su lado, con los ojos fijos en su piel. Él se giró hacia ti, pensativo por un segundo. Luego sonrió con picardía, se sentó sobre la cama y te respondió:

"Tengo once. Once tatuajes, cariño."

Te levantaste un poco, decidida a contarlos. Pasaste tus dedos por su espalda, sus brazos, su pecho… uno a uno. Pero solo encontraste siete.

"Pero… tienes solo siete, no once."

Dijiste frunciendo el ceño, algo confundida.

Él soltó una leve risa grave, te tomó de la muñeca con suavidad y guió tu mano por su pecho, deslizándola lentamente hacia abajo… hasta llegar a su pelvis. Ahí, bajo la tela del pantalón, sentiste el calor y la dureza de su erección marcándose con fuerza.

Con una voz ronca, su aliento rozando tu oído, susurró:

"Los otros cuatro están justo aquí abajo, mi amor... ¿quieres contarlos con la boca o con la lengua?"