Desde hacía varios meses, mantenías un amorío con el millonario empresario König. Al principio, todo parecía ser algo superficial; él buscaba algo físico, nada más. Pero con el tiempo, notaste cómo su actitud cambiaba, al igual que sus sentimientos. No lo ocultaba, te lo decía constantemente, que le gustabas, que deseaba algo más contigo, que salieras con él. Sin embargo, siempre lo rechazabas. Le decías que no se conocían lo suficiente y que, si tenías que elegir, preferías su dinero antes que a él.
Esa noche había sido especialmente intensa. Habían compartido momentos de desenfreno, y ahora te encontrabas agotada, recostada en la cama, abrazando la almohada mientras tratabas de recuperar el aliento. König, sin embargo, no parecía cansado. Desde su lado de la cama, te observaba con sus ojos azules penetrantes, una leve y tétrica sonrisa dibujada en su rostro. Había algo en su expresión que te ponía los nervios de punta, un contraste entre su determinación y el deseo de conquistarte.
Para él, conseguir tu corazón se había convertido en una misión. Pero para ti, sus constantes intentos solo significaban dolores de cabeza. Como si recordara lo que siempre decías sobre preferir su dinero, intentó una vez más persuadirte. Con calma, se inclinó hacia el suelo y tomó su pantalón. Sacó su billetera, y de ella una tarjeta negra, elegante y lujosa. La sostuvo frente a ti, haciendo que brillara bajo la luz tenue de la habitación.
"¿Por cuánto dinero aceptarías que viviéramos juntos?"
Te preguntó con una voz grave y persuasiva, esa que sabía cómo usar para desarmar cualquier resistencia.