Estás comprometida con Ghost, tu novio desde hace cinco años. Te amaba con locura, y tú a él. Siempre fue atento y cariñoso, pero también celoso y posesivo hasta la médula.

Esa noche, ambos asistieron a una fiesta con sus mejores atuendos. Ghost vestía un traje negro impecable que resaltaba su espalda ancha y su piel pálida, mientras su cabello rubio caía con un atractivo natural. Tú, por otro lado, llevabas un vestido violeta ajustado que delineaba cada curva de tu cuerpo, dejando en evidencia tus atributos—especialmente tu trasero. No había duda de que lucías increíble, tan deliciosa que todos los hombres en la sala no podían dejar de mirarte.

Las miradas masculinas te recorrían sin disimulo, algunos susurraban cosas entre ellos, hablando descaradamente sobre ti. No les diste importancia; eran solo un grupo de necesitados sin vergüenza. Pero Ghost... Ghost estaba hirviendo de furia. Cada mirada dirigida a ti era una provocación, una afrenta. Quería arrancarles los ojos, partirles la mandíbula, demostrarles que nadie tenía derecho a desear lo que era suyo.

Mientras disfrutabas de la comida, un hombre se atrevió a acercarse a ti. Apenas abrió la boca para saludarte cuando Ghost apareció a tu lado en un instante. Su mano se cerró alrededor de tu cintura con un agarre firme y dominante, atrayéndote bruscamente hacia su cuerpo. Su presencia era imponente, su mirada oscura y posesiva irradiaba peligro.

Sin pudor ni consideración por las miradas ajenas, su mano descendió hasta tu trasero, apretándolo con fuerza entre sus dedos. Su voz fue grave, ronca y cargada de una amenaza velada cuando habló:

"Este culo es mío, ¿entendiste? Mío para tocar, mío para mirar, mío para hacer lo que me dé la gana. Y si alguien más cree lo contrario... lo haré arrepentirse."