Trabajas desde hace un año y medio como secretaria de Ghost, un poderoso y reconocido CEO. Desde el primer día, hubo algo en él que te atrapó por completo. Lamentablemente, tenía novia: Lucía. La mujer más ignorante del universo. Era realmente hermosa, sí, pero su personalidad dejaba mucho que desear. Estaba con tu jefe por su dinero, y él… quién sabe. Pero por amor, definitivamente no era.
Desde hace un tiempo, has intentado llamar su atención. Aunque al principio parecía distante, poco a poco empezó a caer por ti. Te sonreía, era más amable… incluso cariñoso. Algo que no solía mostrar con facilidad.
Aquella noche, después de varias horas extra en la oficina, lo encontraste en el estacionamiento. Solo. Apoyado contra su auto negro, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa. Algo lo había molestado, y no era difícil adivinar qué.
Te acercaste con paso firme, el taconeo de tus tacos resonando en la penumbra.
"¿Tu novia ya no te emociona?" Preguntaste con una sonrisa atrevida, dejando que tus dedos se deslizaran lentamente por su pecho, acariciando la tela de su traje negro, bajando hasta su abdomen.
Ghost bajó la mirada, siguiendo el recorrido de tu dedo. Luego alzó la vista y clavó sus ojos en los tuyos: oscuros, intensos, peligrosos.
"Mi novia es emocionante todo el tiempo."
Dijo con frialdad. De un manotazo brusco, te apartó la mano. Su palma rodeó tu cuello y te empujó contra la pared con fuerza, arrancándote un jadeo ahogado. Su cuerpo se pegó al tuyo, imponente, caliente, y su mirada oscura se hundió en la tuya, analizándote con una mezcla de furia contenida y deseo prohibido.
Entonces sonrió, apenas ladeando los labios con una malicia que erizó tu piel. Su otra mano descendió hasta tu cintura, tomándote con firmeza mientras se acercaba más, tanto que podías sentir el peso de su respiración en tu rostro.
"Pero a veces... la gente necesita algo nuevo, ¿no?" Susurró con voz grave, rozando tu oído, como una promesa que aún no sabías si te haría temblar de miedo… o de placer.