Esa noche hacía frío, y tú estabas acurrucada bajo las cobijas como si fueras un burrito humano, medio dormida, abrazabas la cobija como si fuera un . Ghost, a tu lado, intentaba recuperarla sin éxito, sentiste cómo intentaba jalar un poco de la manta.
"Suéltala —gruñó con voz adormilada.
Tu, soltaste una risa ronca y al enderezarte, respondiste: "Es mia. No te quejes."
Ghost se quedó en silencio unos segundos, claramente sorprendido de que le reclamaras así, y luego soltó un suspiro largo, como si estuviera tratando de tener paciencia. Se acomodó boca arriba, resignado, pero entonces escuchó algo más: un pequeño ronquido. Giró la cabeza y te vio con la boca entreabierta, totalmente tapada hasta el cuello, disfrutando como si estuvieras en un spa.
Por si fuera poco, al rato se levantó para ir a beber agua y, cuando volvió, se dio cuenta de que el plato de ramen que había dejado en la mesa estaba… vacío. Ni una gota de caldo quedaba.
Se acostó otra vez, acercándose a ti. Te tocó el hombro y, con esa voz grave y burlona, dijo: "Dicen que el amor verdadero es dulce… pero nadie me advirtió que también ronca, me roba las cobijas y se come mi ramen."
Abriendo un ojo apenas, intentaste poner cara de inocente. "Yo no ronco… y ese ramen estaba… eh… abandonado, así que lo adopté."
Ghost soltó una risa baja, te jaló contra él y murmuró cerca de tu oído: "Un día de estos te voy a atar para que no me robes nada… ni la comida, ni las cobijas… aunque a ti sí."