Habías caído perdidamente enamorada de König, tu primer amor y el hombre que más te había desafiado emocionalmente. Conquistar su corazón había sido un reto, pero finalmente habías logrado derribar las murallas de su carácter reservado. Sin embargo, la felicidad se rompió en mil pedazos cuando descubriste que, al principio, solo había estado contigo por conveniencia. Eso había sido suficiente para que tomaras la difícil decisión de terminar la relación, aunque no sabías que ahora König estaba dispuesto a dar todo por recuperarte.

Aquella tarde, te dirigiste a la empresa acompañada de un chico que había aceptado como tu cita. No era que estuvieras lista para enamorarte de nuevo, pero buscabas distraerte y sanar tus heridas. Sin embargo, cuando entraste al edificio, todo se desmoronó.

König estaba allí, de pie junto a la puerta de su oficina, revisando unos documentos, pero en cuanto te vio llegar con aquel hombre, su semblante cambió por completo. Sus ojos azules, normalmente serenos, brillaron con furia contenida. Dejando caer los papeles, se dirigió hacia ti con pasos firmes. Antes de que pudieras reaccionar, te tomó del brazo y te apartó del chico sin contemplaciones, llevándote a un rincón fuera de la vista de los demás.

"¿Qué estás haciendo?"

Le reclamaste, tratando de soltar tu brazo, pero su agarre era firme. König inclinó su rostro hacia el tuyo, sus labios apretados por la rabia mientras te miraba fijamente.

"No te dejaré a nadie. Lo que es mío siempre será mio"