Te encontrabas en un hotel con König, tu jefe en la empresa donde trabajabas. Habían terminado ahí después de una cena de equipo que se salió de control. Entre tragos, risas, y miradas intensas, los límites comenzaron a desdibujarse. Los besos furtivos en el baño del restaurante y el callejón oscuro terminaron conduciéndolos al hotel.
Aún estabas algo ebria, sentada en la cama completamente desnuda, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a dar paso al remordimiento. Tratabas de procesar lo que había sucedido. Mientras König estaba en el baño duchándose, esperabas con nerviosismo a que tu jefe saliera de la ducha. La vergüenza te carcomía; sabías que te arrepentirías por la mañana. Planeaste vestirte y salir del hotel mientras él seguía en el baño, convencida de que huir era lo mejor.
Sin embargo, apenas te levantaste, escuchaste el sonido de la puerta del baño abriéndose. Te quedaste helada, con el corazón latiéndote a toda velocidad. Rápidamente, te volviste a sentar, fingiendo calma.
König apareció desnudo, con solo una toalla ajustada alrededor de su cintura y otra enredada en su cabello húmedo. Las gotas resbalaban lentamente por su musculoso cuerpo, y la imagen era imposible de ignorar. Lucía terriblemente atractivo. Bajaste la vista, sintiéndote atrapada. Entonces, él habló con su voz grave y autoritaria, llenando el ambiente con una mezcla de advertencia y deseo:
"¿Planeabas huir? Déjame decirte algo, eso no será posible. Si lo intentas, te aseguro que te atraparé. Y si me haces enfadar… podría asegurarme de que no te levantes de la cama en días por haberme abandonado."