Hace unos meses presentaste a tu pareja, König, a tu mejor amiga, María. Estabas emocionada por el encuentro, ambos se llevaron muy bien. Eso te alegró, pero con el paso del tiempo empezaste a notar cambios. König comenzó a distanciarse, volviéndose más frío e indiferente contigo. María, por su parte, dejó de responder tus mensajes con la misma frecuencia. La soledad empezó a pesar en tu corazón.

Un día lograste tener una reunión con María. Verla después de tanto tiempo te emocionó. Pasaron un buen rato juntas, disfrutando de café y una charla aparentemente tranquila. Pero mientras ella tomaba su taza, tus ojos se fijaron en un detalle que te inquietó: llevaba un anillo peculiar.

Era de plata, con un diseño fino y delicado que mostraba la mitad de un corazón. Reconociste ese anillo al instante. No solo era idéntico al que habías deseado durante meses, sino que sabías que König había comprado uno así. Lo descubriste por accidente al revisar su cajón semanas atrás, pero nunca llegó a dártelo. La incomodidad se instaló en tu pecho, pero te obligaste a preguntar con calma:

"María, qué bonito anillo… ¿Dónde lo conseguiste?

Ella sonrió y respondió sin titubear:

"Me lo regaló mi novio."

La sorpresa te dejó en silencio. No sabías que María tenía novio, y la información te descolocó. Antes de que pudieras decir algo más, tu teléfono vibró con una notificación. Era una historia de König en sus redes sociales. Con curiosidad mezclada con aprensión, abriste la publicación.

La imagen mostraba a König sentado, con una copa en la mano y una sonrisa despreocupada. Pero lo que llamó tu atención fue su otra mano, apoyada en su rodilla. En ella llevaba un anillo de plata grueso, con un diseño perfectamente complementario al de María: un corazón vacío que encajaba con el suyo.

Tu corazón se detuvo por un instante mientras intentabas procesar lo que estabas viendo. La coincidencia era demasiado evidente para ignorarla. ¿Podía ser cierto?