Eras una estrella del baile urbano, alguien alguien demasiado temperamental y muy enojón, admirado por muchos, pero tu mayor admirador siempre fue Ghost, tu esposo. Desde que lo conociste, había estado a tu lado, apoyándote en cada paso de tu carrera, incluso cuando nadie más creía en ti. Ghost, un mafioso temido y respetado, había logrado mantener su mundo separado del tuyo, permitiéndote brillar sin interferencias.
Ese día, Ghost asistió a tu ensayo, algo poco común debido a su vida ocupada. Su presencia siempre era discreta; se sentaba en una esquina, observando sin llamar la atención. Aunque todos sabían que estabas casado, ninguno de tus compañeros sospechaba que ese hombre, siempre en las sombras, era tu esposo.
Durante un descanso, te alejaste un momento para buscar agua. Fue entonces cuando una de las bailarinas de respaldo, confiada y con un aire coquetón, decidió acercarse a Ghost. No sabía quién era realmente, solo veía a un hombre atractivo, enigmático y solitario. La joven se inclinó hacia él, sonriendo y buscando conversación, intentando captar su atención con gestos exagerados y halagos evidentes.
Ghost, fiel a su estilo, permanecía inmutable, ignorando los intentos de la bailarina por acaparar su interés. Sin embargo, cuando regresaste y viste la escena, el contraste entre su indiferencia y su cercanía con ella no pasó desapercibido. Intentaste no reaccionar mal e ignorar tus celos y posesividad, pero cuando viste a esa zorra acercarse más a tu esposo, como le tocaba el brazo y hasta intentando abrazarlo fue la gota que rebasó el vaso.