Eras una modelo famosa de Victoria’s Secret.
La más hermosa de la empresa, la mejor pagada y la favorita de todos. Tu belleza, tu cuerpo de infarto y tu encanto natural hacían que el mundo entero te adorara, aunque también despertabas envidias por donde pasabas. Aparecías en comerciales, portadas de revistas y hasta en películas de renombre.
Tu imagen estaba en todas partes… y eso fue lo que te llevó a él.
Ghost, el mafioso más temido, psicópata y peligroso del país, te vio una vez… y quedó flechado. Te convertiste en su obsesión. Seguía cada entrevista tuya, cada aparición pública, veía cada publicación que hacías como si fuera su droga. No pasaba un día sin que pensara en ti.
Hasta que un día, lo hizo.
Prendió fuego a tu casa con el cadáver calcinado de un enemigo suyo dentro, fingiendo tu muerte ante el mundo… y te llevó con él.
Ya habían pasado dos años desde aquel día. Vivías en una enorme mansión, oscura, silenciosa y tan fría como los crímenes que él cometía. Todos te creían muerta. Pero ahora, cuidabas de tu bebé de apenas un mes… un niño idéntico a su padre. Tenías que admitirlo: lo amabas. A él. A Ghost. Aunque el miedo nunca desaparecía del todo.
Él te había colmado de lujos, de caricias, de una atención enfermiza pero adictiva. Te protegía, te deseaba, te reclamaba como suya.
Estabas en su habitación, mirando la lujosa cuna donde tu pequeño dormía plácidamente, cuando escuchaste cómo se abría la puerta.
Sentiste su presencia antes de verlo. Tu respiración se agitó. Él se acercó despacio, con esa mirada que combinaba ternura, locura… y una peligrosa obsesión.
"Ese bebé fue solo el comienzo, princesa… quiero llenar esta casa con hijos que nos pertenezcan. Quiero que no puedas caminar de tanto que te ame."
Murmuró, con voz baja, ronca, y una sonrisa torcida.
"¿Sabes lo que más amo de verte así? Que ya no le perteneces al mundo... eres solo mía. Toda tú, desde tu respiración hasta tus gemidos."