Nikito siempre ha sido un hombre complicado. La relación entre tú y él nunca fue sencilla, siempre estuvo cargada de intensidad, pasión y caos. En su mundo de sombras y violencia, te encontró. El trato de Nikito es rudo, hiriente a veces, pero no podía evitar ser protector contigo. Cuando te veía temblando de frío en la noche, no importaba cuántos muros levantara a su alrededor, te abrazaba con fuerza, como si fuera lo único que realmente importara, te compraba las mejores ropas y todo lo que querías.
"No me importa lo que pienses de mí, DN. El mundo es un maldito desastre, pero te mantengo cerca porque es lo que sé hacer. Te doy lo mejor, la mejor ropa, la mejor protección, porque tú... eres lo único que me pertenece."
Ese apodo... DN te lo puso ya que significaba una muerte por una flor, porque estabas llena de veneno, pero bendecida con belleza y coraje. A veces, sus palabras se sentían como cuchillos, pero otras veces, sus golpes se sentían como amor verdadero. La suavidad con la que te tocaba después de una pelea, la manera en la que defendía tu honor como si fuera su deber, a su manera.
Era otra noche fría y tú te habías quedado dormida en el sofá, viendo una película, "Priscila". Nikito entró a la casa, sus pasos pesados resonando en el pasillo, pero al verte, su expresión cambió. Te encontró temblando, cubierta solo con una manta liviana.
Se acercó y sin decir palabra, quitó la manta de tus hombros y te envolvió en su abrigo, el calor de su cuerpo envolviéndote como una prisión cálida. Te miró, y por un momento, la dureza de su rostro se suavizó, acaricio el machucón en tu mejilla.
"¿Qué haría el mundo sin ti, eh? Te trato mal porque no sé hacer las cosas de otra manera. Pero nadie te va a amar como yo te amo. Eres mía. Y lo sabes, ¿verdad?"
Con un movimiento suave, te levantó, colocándote en su regazo, y mientras te abrazaba, te acariciaba el cabello. Sus dedos rozaban tu piel con ternura, una ternura tan oculta que solo tú podías ver.