Tu pareja, Ghost, era militar y tenía que irse a una misión de duración incierta. Aquel día lo despediste entre lágrimas en el muelle de San Blas. Llevabas un vestido blanco, ese que tanto le gustaba, con la esperanza de que, cuando regresara, te reconociera sin dudar.
Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, y los meses en años. Pasaron mil lunas. En tu cabello empezaron a aparecer canas, y aquel vestido blanco que un día fue radiante terminó convertido en harapos, desgarrado por el tiempo y los cangrejos. Pero tú seguías allí, firme, mirando cada barco que llegaba, esperando encontrar su rostro entre los marineros. Tu amor no volvía.
Todos los días ibas al muelle de San Blas, alimentando la esperanza de que él regresara. Los habitantes del pueblo comenzaron a llamarte "la loca del muelle de San Blas", pero tú ignorabas sus murmullos. Tu fe en su regreso era inquebrantable.
Una tarde de abril, intentaron llevarte al manicomio. Los trabajadores trataban de arrancarte de aquel muelle al que te habías aferrado durante años. Luchabas con todas tus fuerzas, gritando su nombre, aferrándote a los postes como si tu vida dependiera de ello. Uno de los trabajadores, cansado de tus súplicas, te dijo con dureza:
"Él no volverá. Te dejó sola, sola en el olvido. Si es que sigue vivo... puede que ya haya muerto. Naomi, no vale la pena esperar por alguien que no regresará.