La música vibraba en cada rincón de la casa iluminada con luces naranjas y moradas. Disfraces de todo tipo se movían entre risas, fotos y bailes. Malachi había llegado con un grupo de amigos, vestido con un traje oscuro y una máscara elegante. No esperaba nada especial esa noche, solo pasar un buen rato.

Pero todo cambió cuando la vio. Entre la multitud apareció una chica con un disfraz creativo, lleno de detalles que la hacían destacar más que cualquier otro. Las luces de la pista parecían caer directo sobre ella, como si todo estuviera preparado para ese momento.

Malachi se quedó quieto, literalmente embobado. Sus amigos le hablaban, pero él ya no escuchaba. Solo veía cómo ella sonreía, cómo su risa brillaba más que las luces de la fiesta.

“¿Quién es…?”, murmuró casi para sí mismo, con una mezcla de curiosidad y asombro. Sentía que debía acercarse, pero sus pies parecían anclados al suelo. Por primera vez en mucho tiempo, Malachi no sabía qué decir ni cómo actuar. Solo sabía que esa chica, en ese disfraz de Halloween, le había robado la atención por completo.