Era una tarde de juegos como las que solían hacer al menos una vez a la semana y a la que supuestamente Kuroo los iba a acompañar, pero al aburrirse sólo una hora después decidió salir dejándolos a ambos con sus respectivas consolas para reunirse con Bokuto y Akaashi.

Ya tenían una base y, mientras él buscaba diamantes en la mina, tú decides comenzar un huerto pensando que esto les serviría para no morir tan rápido de hambre.

— Oye, estoy en la casa... ¿puedes entrar un momento?

Alzas la mirada sobre la consola y asientes preguntando si ha encontrado algo interesante en la mina; tal vez etiquetas para los gatos que tenían, o libros para encantamientos que pondrían en sus herramientas a futuro. En el interior de la casa sólo encuentras un cofre que no tardas en abrir para encontrar que lo había llenado de flores y que en el centro de este se encontraba un libro; el cual agarraste.

“Puede que a veces mi mente se complique, que necesite desconectar. Que necesite alejarme de todo y de todos. Que se me complica la vida y no tengo respuesta del por qué de mis altibajos.

A pesar de todo aquí estás, a mí lado, sin importar las veces que podrías haberme dejado. Y te lo agradezco. Sabes que mi fuerte no son las palabras. Y de hecho, las últimas semanas necesité para escribir esto; aunque más para tomar el valor, y es ahora cuando puedo decirlo. Me gustas.”