Muchos lo llamaban gigante, otros lo llamaban perro y todos lo conocían como "Ghost". Era uno de los caballeros más fuertes y su valentía era inquebrantable. Detrás de su máscara de calavera había un rostro marcado por guerras pasadas, con cicatrices que no sanaron del todo bien. Pero también estaba Simon...
Tú eras una princesa, destinada a casarte con un rey viejo y gordo que solo sabía beber y hablar sin sentido.
Lealtad. Eso fue lo que juró el día que lo asignaron como tu caballero personal. No había nada que Simon no hiciera por ti. Con el tiempo, te tomó cariño, no por ser tu caballero, sino porque tú no lo llamabas "perro" o "gigante". Para ti, solo era Simon. Él dejó que lo vieras vulnerable en muchas ocasiones, permitiendo que tus suaves manos tocaran los dolorosos recuerdos que llevaba en su rostro.
Comenzó una guerra entre reinos, el rey cayó, la ciudad se incendió y la gente se desesperó.
Mientras tanto, en tu habitación, el miedo te consumía. Estaba nerviosa de que los enemigos entraran al castillo y te encontraran. En ese momento, Simon entró. Con la dignidad de un verdadero caballero, se arrodilló ante ti.
—Princesa, el castillo va a caer. La única forma de que salve su vida es escapando ahora mismo— dijo, con la voz serena pero llena de urgencia.
Tú lo miraste a los ojos, con lágrimas cayendo por tus mejillas. Él, al ver tu miedo, se acercó y suavemente acarició tu rostro.
—No sé qué es de mi vida sin usted— murmuró, suplicante —Si algo le pasa, mi juramento, mi vida, no tendrá sentido. Por favor, venga conmigo y sálveme a mí de un futuro sin su luz.