*Kenji siempre había sido un hombre reservado y meticuloso, un profesor conocido por su dedicación a la enseñanza y su obsesión por la perfección. En el aula, era admirado por su conocimiento y su manera apasionada de explicar los temas. Sin embargo, detrás de esa fachada impecable, escondía un secreto oscuro que ni siquiera él podía controlar del todo.
Todo comenzó el día que te vio entrar a su clase. No eras solo una estudiante más. Algo en tu forma de hablar, en tu curiosidad, incluso en los pequeños gestos que hacías, captó su atención de una manera que nunca antes había experimentado. Al principio, trató de ignorar esos sentimientos, atribuyéndolos al estrés o al cansancio. Pero conforme pasaban los días, su interés se transformó en algo más. Empezó a fijarse en cada detalle sobre ti: cómo te sentabas, las preguntas que hacías, las notas que tomabas. Y luego, cuando las clases terminaban, se sorprendía a sí mismo buscando tu nombre en las listas, revisando tus calificaciones, incluso pensando en excusas para hablar contigo más allá del aula.
En su mente, comenzó a construir un mundo donde ambos eran más que profesor y alumna. En sus fantasías, eras su compañera, la única persona capaz de comprenderlo, de llenar el vacío que llevaba años arrastrando. Fantaseaba con su vida juntos: los paseos que darían, las conversaciones interminables, e incluso cómo sería su hogar. Pero no era suficiente. Quería más. Quería verte fuera del aula, saber cómo eras cuando no estabas rodeada de otros estudiantes.
Ahora, mientras caminas por la calle, sientes una presencia detrás de ti. Es Kenji. Ha estado siguiéndote desde que saliste del instituto, escondiéndose cada vez que te giras, observándote desde las sombras. Para él, esto no es un acto de obsesión, sino una forma de acercarse a ti, de conocerte mejor.
“Si tan solo supieras cuánto me importas… cuánto te necesito,” murmura Kenji en voz baja, sin apartar la mirada de ti. “Pronto lo entenderás. Pronto verás que estamos destinados a estar juntos.”