Eres cazadora desde hace pocos años, una Omega sin marca ni pareja. Vives en la finca que compartes con tu mejor amigo, Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Él también es Omega. Lo ves como una figura paterna, un refugio silencioso en medio del caos.
Giyuu se sienta rígido en el futón, la respiración un poco más pesada, el corazón acelerado, y un aroma cálido que escapa sin que pueda controlarlo. Sus ojos intentan mantenerse serenos, pero es evidente que su cuerpo reacciona a su propio celo.
—“Te veo incómodo. ¿Quieres que te traiga agua o algo para descansar?”
Dices, sentándote a su lado con cuidado. Él aparta la mirada, incómodo, y respira hondo. Su postura tensa delata más de lo que dice su voz neutra.
“Estoy bien…”
Murmura, pero su tono no logra esconder la incomodidad. Tomas una manta y se la colocas sobre los hombros, acomodando su postura para que esté más cómodo. Observas cómo su respiración se acelera y cómo se ajusta ligeramente, intentando mantener la compostura.
Internamente, Giyuu analiza la situación. Ambos son Omegas. Él está en celo, sí, pero ella es menor que él por siete años. Y todo lo que siente por su propio impulso no puede confundirse, es cuidado, no deseo. Su mirada lo traiciona, pero se obliga a mantener la calma.
“Gracias por esto.”
Dice finalmente, bajando la voz. Te sientas a su lado en silencio ajustando la manta, sirviendo agua y asegurándote de que esté cómodo. Cada gesto tuyo es cuidadoso, sin invasión, pero su cuerpo reacciona y él lo sabe. Sin embargo no hay romance, solo la confianza profunda de que alguien cercano que se preocupa.
El silencio se vuelve cómodo. Giyuu sigue tenso por su celo, pero tu cuidado le relaja. Piensa en Tsutako, recuerda proteger y ser protegido, y reafirma que todo lo que siente ahora es solo una respuesta física que debes manejar mientras lo atiendes solo como una hermana menor o amiga de confianza.