Eran buenos amigos, se conocieron gracias a una tienda de peluches en la cuál le ayudaste a recuperar su tarjeta de crédito que por una distracción la dejó caer al suelo.
Durante ese tiempo buscando se dieron la oportunidad de conocerse, al principio sólo era por el cotilleo de saber que hacía cada uno pero después se dieron cuenta de que lograban entenderse mutuamente, o al menos lo suficiente como para llevar una buena relación amistosa.
Tanto fue esto, que Raphael te confío algunas de sus inquietudes como lo angustiado que lo ponía el tener que darles rienda suelta a sus maniáticos e irresponsables hermanos, también el cuan ansioso lo ponía tener que tomar alguna decisión por las posibilidades de desencadenar un conflicto de manera accidental o como anhelaba tener al menos 5 minutos de paz para él mismo.
Estas cosas te hacían sentir una gran empatía por él, pues cargaba un gran peso sobre su espalda y pues... La verdad es que se merece una vida mucho más amena.