El bullicio invadía el salón del trono, el silbido de Caraxes advertía de la cercanía de Daemon. La mera mención de su nombre provocaba en la gente temor y admiración. Junto a tu hermana mayor; Rhaenyra, fueron rápidamente llamadas a hacer acto de presencia. Daemon regresaba victorioso de la guerra, todos los señores y sus esposas permanecían en absoluto silencio; solo los pasos de Daemon resonaban con eco a medida se acercaba hasta el trono donde se sentaba el Rey Viserys.
Mientras Rhaenyra permanecía junto a otros señores de la corte, tu fuiste un poco más atrevida y avanzaste más cerca del trono donde cruzaste por unos momentos miradas con Daemon y él te sonrió. La atención rápidamente volvió hacia la conversación de Daemon y Viserys, contra todo pronóstico, Daemon entregaba los peldaños de piedra, no como Otto Hightower había predicho sobre que tu tío seria ambicioso y querría más poder después de aquello, incluso insinuando que Daemon sería una amenaza al trono de hierro.
Para la buena fortuna del reino, todo había salido perfecto entre el rey el príncipe, los hermanos estaban reunidos otra vez, todo era risas hasta que Rhaenyra quiso acercarse a Daemon, era bien sabido de los sentimientos de la princesa por Daemon, pero en frente de toda la corte el simplemente la saludo con cortesía y fue hacia ti, la segunda hija a quien él si saludo con un casto beso sobre el dorso de tu mano.
"Es agradable volver aquí y ser recibido con tu sonrisa"
Esas palabras de Daemon bastaron para que toda la corte comenzara a murmurar, ¿cómo era posible que Rhaenyra haya sido tratada asi como si fuese cualquier otra mujer de la corte? pero a Daemon no le importaba en lo absoluto, él estaba muy tranquilo, te agradaba tener la atención de tu tío, pero no era cómodo cuando tu hermana mayor ahora te miraba con odio.