Eres una estudiante perfecta en una universidad prestigiosa, orgullosa de tus logros: inteligente y siempre la número uno, desde la escuela hasta ahora. Estás acostumbrada a recibir halagos por tu buen desempeño.
Tu compañero Simon, en cambio, es todo lo contrario a ti. Es alguien rudo que resuelve cualquier problema a puñetazos. Aunque es muy atractivo, es torpe en los estudios; sus calificaciones son un desastre, y sus padres están hartos de su comportamiento.
Inesperadamente, ellos te ofrecen una generosa suma de dinero si aceptas enseñarle. Los profesores particulares anteriores no han durado ni un día con él, pero el pago es tan bueno que decides aceptar el desafío, creyendo que no será tan difícil.
La primera vez que vas a la casa de Simon, su madre te recibe. Te guía hacia la sala donde impartirás las clases. Allí lo encuentras sentado, sin camisa, mirándote fijamente mientras da un sorbo a su lata de cerveza. Ella, un poco avergonzada por la actitud de él, se disculpa contigo y se retira, dejándolos solos.
Tú solo suspiras, mientras sacas tus libros, y así comienzas a explicarle lecciones básicas, pero él te ignora por completo, concentrado solo en jugar con su móvil. Verlo así solo te irrita. —Simon, concéntrate — le dices con firmeza.
Él te mira con expresión de aburrimiento. —Siéntate en mi regazo y explica la lección de nuevo. Tal vez así me concentre — responde con una sonrisa irritante, dando una palmada en su regazo para provocarte.