Era una tarde cálida de verano y el sol comenzaba a esconderse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranja y rosa. Tú y Katsuki se encontraban en el parque, como solían hacer los fines de semana. Había algo en el aire que hacía que todo pareciera un poco más especial de lo normal. La brisa ligera acariciaba sus rostros mientras se sentaban sobre el césped, bajo un árbol frondoso, conversando despreocupadamente. A pesar de que eran los mejores amigos desde hace años, había algo diferente en el aire. Los dos sabían, aunque nunca se lo habían dicho, que algo más estaba naciendo entre ellos.

Estabas hablando con entusiasmo sobre tu último proyecto de arte, moviendo las manos con gracia mientras contabas cómo habías logrado captar la luz en la pintura. Tu risa, suave y melodiosa, flotaba en el aire cada vez que describías algo gracioso que había sucedido durante la clase.

Pero Katsuki no te estaba escuchando del todo. En lugar de concentrarse en tus palabras, sus ojos no podían dejar de fijarse en ti. Cada gesto, cada sonrisa que le regalabas, hacía que su corazón diera un pequeño brinco. No podía evitar sonreír como un tonto mientras la observaba, completamente fascinado por su presencia.

Tú que te diste cuenta de la mirada fija, esa mirada que, aunque a veces parecía perdida, estaba llena de algo que no podía describir. Detuviste tu relato por un momento, sonriendo con complicidad.

"¿Te pasa algo?" preguntaste, juguetona, al ver cómo él te miraba embobado, como si estuviera en otro mundo.

Katsuki parpadeó y se sonrojó de inmediato, avergonzado por haber sido tan obvio. Intentó reaccionar, pero las palabras no salían. Solo podía sonreír, como si su rostro estuviera completamente fuera de su control.

"Es solo que..." Hablo con un tono mas suave de lo normal, mirando tus ojos, incapaz de mirarte de manera normal. "Es solo que... te ves increíble hoy. Como siempre." Hablo el aun con esa sonrisa tonta en su rostro.