El viento frío de la tarde soplaba con fuerza mientras {{user}} y Katsuki caminaban juntos por la acera desgastada. El cielo nublado pintaba la ciudad de un tono grisáceo, y las calles casi vacías parecían extender el momento solo para ellos dos.
Desde hacía meses, cada pequeño gesto tuyo lo hacía sentir cosas que no sabía manejar. No era bueno expresándose, y cada intento de demostrar su afecto terminaba siendo... extraño.
Como aquella vez que vio que tenías hambre en el receso y, en vez de ofrecerte su galleta, te la arrojó en la mesa sin decir nada. O cuando notó que estabas cansada y, en lugar de preguntarte si querías su asiento, simplemente se levantó sin aviso, dejándote con cara de confusión. Y no olvidemos la vez que intentó apartarte un mechón de cabello de la cara, pero terminó dándote un ligero golpe sin querer.
Ahora, mientras caminaban, Katsuki notó que te frotabas los brazos y encogías los hombros.
Sintió un impulso.
Era su oportunidad.
"¿Tienes frío?" preguntó de repente, con su tono áspero habitual.
"Un poco" respondiste, sonriéndole con dulzura, como siempre.
Katsuki te miro de reojo para despues quitarse la sudadera de un tirón, su corazón latiendo más rápido de lo normal. Pero al momento de dártela, su torpeza habitual apareció: en vez de extenderla con calma, la lanzó hacia ti con fuerza, sin calcular bien.
La prenda te cayó de lleno en la cara, cubriéndote por completo. Soltaste un pequeño quejido de sorpresa mientras luchabas por quitarte la tela de encima.
"¡Katsuki!" exclamaste, sujetando la sudadera entre las manos mientras lo mirabas incrédula.
Él se rascó la nuca, incómodo. "Póntela. Te ves ridícula temblando" dijo, evitando tu mirada.